La vida, cómo ya se ha dicho miles de veces, es un reto constante. Mires por donde la mires y la vivas cómo la vivas es una aventura en la que sabemos el final, siempre triste, pero de nosotros depende que el camino sea más llevadero.

  A menudo encontramos gente a quien amar, gente a la que dar lo mejor de nosotros mismos, gente que va dando sentido a ese montón de vivencias y gente que es mejor dejar pasar de largo.

  A menudo nos agarramos a personas que, aunque lo sepamos de un buen principio, nos desgarran el corazón. Y dejamos que nos lo hagan añicos solo a cambio de una mirada o una sonrisa.  Ese tipo de gente se intuye pero la inercia de la vida hace que siempre volvamos a tropezar con la misma piedra. Paramos tan poco a pensar las cosas, que ellas se suceden por ellas mismas sin que nosotros tengamos ningún tipo de decisión ni poder sobre ellas.

  A menudo también soñamos y fantaseamos. Proyectamos en una persona cualquiera nuestros más escondidos deseos y la erigimos como un pilar en nuestra vida.

  Como si todo lo demás no existiera adoramos sus palabras aunque sean vacías, besamos sus labios una y mil veces y lloramos en su hombro nuestra desdicha aunque solo sea en sueños.

 Te siento tan cerca y te presiento tan lejos…

  Quizás es lo mejor que tienen los sueños. Me permiten abrazarte cada noche, contarte mis proyectos, besarte los ojos, acariciarte las manos. Me permiten ir viviendo cada día a tu lado, por lejos que estés, colmando de ternura mis días de invierno.

  A veces el corazón vive en un estado constante de hibernación. El corazón que ha amado y ha sido maltratado ya no juega al ajedrez con la vida. Sabe que le han hecho un mate con dos peones y que la partida está perdida. Sabe que volver a amar significa volver a ser vulnerable y ya no pone el corazón en manos de la verdad sino de los sueños. La habilidad consiste en saber discernir la verdad de la ficción cuando estamos despiertos.

  No tengas ningún miedo ya que la verdad está en tu mirada, medio coqueta medio asustada. A veces me miras con ternura y a veces con miedo, como desconcertado de una situación que se te aparece irreal.

  Sé que todo forma parte de un sueño, un sueño mágico que no a todo el mundo le es permitido, y que, aunque solo sea un sueño, la vida me ha regalado a un hombre con el que he vuelto a sentirme viva y con el que ido de viaje desde el arco iris hasta el fondo del mar, abrazada a su cintura.

  Gracias por no haber roto en pedazos este sueño. Y por no haberlo llevado más allá de lo mágico.